“
Copiar de un sitio es plagio; copiar de dos, documentación”.
Para algunos cualquier cosa o expresión de la persona, sea de la forma que sea, conforma una obra y es objeto de propiedad intelectual. Yo soy de la opinión de que, lo que ha de ser objeto de protección no son las ideas, sino la forma en la que estas se expresan. Ser original no tiene obligatoriamente que ver con hacer algo
nuevo, sino con hacer algo
propio.
“La originalidad no tiene que ver con la exclusividad.” Algo es original cuando es de elaboración propia.
“Cuando Newton concibió su teoría de la gravitación, el aspecto creador de su pensamiento no se encontraba en sus materiales. Estos eran familiares: el sol, la luna, los planetas, el peso, la distancia, la masa, el cuadrado de los números. Éstas no eran ideas originales, eran hechos establecidos. Su originalidad estriba en el usos a que se aplicaron esos hechos familiares, introduciéndolos en una estructura no familiar.” (John Dewey, “Democracia y educación”)
La creatividad aplicada en un trabajo, nos orienta sobre su novedad u originalidad. Pero ser original es más que ser novedoso, las obras originales son producto de creatividad espontánea, no han de ser novedosas por su misma existencia, ya que seguramente abra obras similares aunque distintas.
Originalidad en sentido subjetivo sería aquella que
“refleja la personalidad del autor”, o
“responde a un esfuerzo creativo de sus autor”. (T. Supremo)
Lo original presume una contribución creativa, la “
intertextualidad” —uso de ideas y frases de otros autores como fuente de inspiración— forma parte de la busca de lo diverso con respecto a lo ya existente. Si bien la “
intertextualidad” sistemática seria un abuso.
Es cierto que en la creación literaria, algunos astros consagrados son sospechosos de aprovecharse del trabajo de "los negros " que publican en la red. La mercantilización de la creación, con sus excesos millonarios nos ha llevado a un filibusterismo exacerbado. Alguien imagina a
Cervantes,
Shakespeare o
Goethe, compitiendo por recibir las astronómicas cantidades que recaudan gentes como
J. K. Rowling,
Dan Brown,
Ken Follett o nuestro mas cercano
Arturo Pérez-Reverte, por sus “
novedosas y originales” creaciones.
Quizá todo sea pura conveniencia económica.
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