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¿La vida no vale nada? |
Una máxima se ha instalado en el subconsciente colectivo, adueñándose de todo,
contaminando cada una de las actividades humanas. Desde el deporte hasta la
economía y finanzas, desde los gobiernos
hasta las multinacionales, devorando la sociedad por que al parecer,
“La vida no vale nada”
Y no me estoy refiriendo a las mandangas antiabortistas, ni
a la bajada de los precios por kilo de la mercancía del comercio de esclavas
sexuales y tampoco a los saldos imperantes en el mercado de oportunidades
laborales. Me refiero al desprecio por la vida humana, tanto propia como ajena.
En este momento nuestra propia vida es un valor en baja, lo
demostramos poniéndola en peligro cotidianamente. Practicamos deportes de
extremo riesgo por placer, comprometemos nuestra vida sin objeto, buscamos
protagonizar un segundo en las redes compitiendo por exhibir la más sublime
muestra de desprecio por nuestra existencia. El espectáculo de arriesgar solo
para entretenernos y entretener es el rey de nuestra sociedad. Alguien dirá que
siempre ha sido así, recordemos el circo romano o las justas medievales, esto sin
ser mentira no es la verdad, hay una enorme diferencia, ahora nadie nos obliga
a luchar a muerte como gladiadores, ni somos guerreros en busca de
entrenamiento para la batalla, nosotros lo hacemos para nuestra estúpida diversión, para el espectáculo, voluntariamente con el único fin de combatir el aburrimiento, de tener ese minuto de
gloria aunque perdamos con ello años de vida.
Pero el mismo motivo que nos hace despreciar nuestra vida, hace
que valoramos aun menos la de los demás. Cuando un adolescente entra a tiros en
su escuela y trunca la vida de sus compañeros, cuando un machito despechado
acuchilla a una mujer y le arranca la vida, cuando un joven parisino de 29 años
y sus fanáticos compinches levantan sus AK47 para repartir ráfagas de plomo
mortal a diestro y siniestro acabando con 129 seres humanos, cuando vemos a ese
espécimen aparecer embozado en un desierto de oriente medio rebanando
brutalmente el cuello de su víctima, se esta escenificando un incalificable
desprecio por la vida.
¿Que motiva comportamientos depravados como estos en personas
aparentemente normales, en nuestros conciudadanos, vecinos, conocidos, amigos o
familiares? ¿Qué nos hace poner en riesgo nuestra vida y la de las personas que
nos rodean? Hasta ahora se ha culpado al abandono de la educación tradicional,
a la violencia inspirada por vídeo juegos, a las imágenes truculentas de
películas violentas y gore. No creo que los avances educativos o el
entretenimiento de videojuegos y filmes tengan la culpa de la podredumbre
social que nos invade, de la falta de valores humanos (no de esos de los cuentos
religiosos), del desprecio a la vida.
Se que lo que voy a decir no gustara a algunos, pero creo
firmemente que el fundamento de esta extrema corrupción, hay que buscarlo en la
política llevada a cabo por los gobiernos y los órganos internacionales después
de la Segunda Guerra
Mundial, favoreciendo sin restricciones una mercantilización extrema de la
sociedad, supeditando el respeto de los derechos humanos a su coste económico, valorando
la vida en función del utilitarismo económico. Si a esto añadimos las políticas
despótico/opresivas fomentadas por los poderes económicos, financieros e
industriales, y comportamientos corrupto
de gobernantes obsesivamente preocupados por su reelección y/o enriquecimiento
personal, tendremos el perfecto caldo de cultivo de estas patologías sociales..
La intensa frustración a la que esta sometida la sociedad
actual esta creando individuos incapaces de empatia, llenos de una rabia e ira
irrefrenable que proyectan sobre los que les rodean. Individuos vulnerables y
asequibles a la captación por sectas e ideologías fundamentalistas y homicidas.
Y que decir de las creencias religiosas que los alienan con promesas de recompensar
la ausencia de estímulos y servicios sociales en vida, tras la muerte en la “otra
vida” que será sin duda mejor, les dicen (es tan fácil mejorar la “mierda”).
El círculo se cierra con las guerras políticas y religiosas,
fomentadas por los intereses espurios de las grandes potencias (EE.UU., Rusia,
Inglaterra, Francia, Alemania, China, etc.), que se complacen desestabilizando
naciones y enfrentando pueblos y gentes, con el único fin de obtener más materias
primas y energías más baratas y mantener y extender al mismo tiempo su
hegemonía al precio que sea en vidas, sean cuales sean los daños colaterales.
Si han de invadir un país lo harán (Irak, Libia, Afganistán), si han de
desestabilizar gobiernos así será (Siria, Líbano. Grecia), si para ello han de
crear grupos fanáticos armados (Al Qaeda, ISIS, Boko Haram, Taliban, etc.), también lo harán. A estos sumemos las guerras
religiosas que se están llevando a cabo entre Arabia Saudí e Irán (sunitas
contra chiítas) y habremos dibujado un mapa del horror que nos rodea.
¿Como culpar a individuos por no respetar la vida humana,
cuando son las naciones hegemónicas las que los alimentan y entrenan para ello, los arman hasta
los dientes para usarlos cuando y donde mas les convenga, asumiendo con descaro
el riesgo de que con seguridad estos "terrorismos" se les iran finalmentea de las manos descontrolados?,
al fin y al cabo que importa, serán otros los que sufrirán sus desmanes y asesinatos.
En
occidente lloramos a nuestras victimas inocentes, mientras nuestros gobernantes,
muchos de ellos cómplices de las fechorías terroristas de estas alimañas en Oriente Próximo y en Africa, se rasgan las vestiduras. Pero ¿quien llora a los cientos de
miles de seres humanos muertos, desplazados y desahuciados que han dejado como
efecto colateral, sus experimentos neocoloniales? Mientras tanto ellos, nuestros gobernantes y
sus amigos de las finazas y la industria, están protegidos y a salvo muy lejos, a resguardo de sus corruptas fechorías.
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